martes, 1 de diciembre de 2015

OTRA PIEDRA, LA PENÚLTIMA

                     Joaquín Sorolla. El boyero castellano. 1913
http://ceres.mcu.es/pages/ResultSearch?txtSimpleSearch=Sorolla


                                        
Había salido antes de hora de la oficina, tenía una cita para hacerse una prueba médica y le preocupaba más el trabajo que debía realizar, que por causa de su marcha a la clínica; debería hacer horas extras para recuperar y ponerse al corriente de la situación, pues nadie se ocuparía de sustituirle en su puesto, cosa que le mosqueaba mucho porque en otras ocasiones, para otros empleados siempre utilizaban a algún becario que suplantara la falta del que abandonaba su puesto.
No ponía en discusión las decisiones de su jefe, pero no mostraba hacia él ninguna simpatía al tener una relación de simple contacto laboral, aunque Manolo tampoco empleaba sus dotes para empatizar con el director de la oficina. 
Al coger el coche se sintió abatido por los pensamientos que las distintas reflexiones, una vez tomado conciencia de hacia donde iba y para qué le encaminaban esa mañana sus pasos hacia la clínica.
Llevaba unos días con sensaciones anormales en la forma en que el cuerpo mostraba los síntomas para sentirse uno tranquilo con el desarrollo de todos sus sentidos.
Al notar dicha anomalía del funcionamiento del cuerpo y tras consultar con su médico de la empresa, éste sin dudarlo le mandó hacerse la prueba clínica que ese día iba a llevar a cabo. 
María le esperaría en el centro médico, pues la prueba necesitaba sedación y para la vuelta a casa necesitaba que ella condujera, además de la inquietud que  la mantenía preocupada por las posibles consecuencias del resultado de la exploración a la que se iba a someter su marido.
Se encontraron en la entrada del hospital y tras abrazarse se dirigieron palabras de cariño y tranquilidad mientras traspasaban la sala de recepción.
Una vez le indicaron donde debían dirigirse para someterse a la prueba que aclararía las anómalas manifestaciones de sus órganos digestivos, esperaron en la sala designada a tales efectos, con una intranquilidad en aumento, según pasaba el tiempo sin que le llamaran a él, aún cuando la conversación que mantenían trataba de quitarle importancia al motivo por el que estaban allí, engañándose ambos pues sabían de las posibles causas que producían dicha irregularidad en su normal comportamiento corporal.
Al nombrarle, le indicaron que pasara y le preguntaron si había puesto en práctica la preparación que necesitaba para el normal desarrollo de la prueba, contestándole que así había sido, y sin mas dilación pasó a la sala donde le esperaban los encargados de efectuar el análisis que le mostraría si había porqué preocuparse o no hacerlo, o en menor medida de la que creía.
Al terminar y salir a la sala de recuperación, se sentó en un cómodo sillón, adaptandose a él y reclinando la cabeza hacia atrás, lo primero que recordaba era la sensación de encontrarse en un lugar desconocido y con las percepciones alteradas que la sedación le causaba, vio entrar a María para sentarse a su lado, seguida de la doctora que se encargó de practicarle la prueba. No tenía demasiada conciencia de lo que estaba pasando y menos de las palabras que la doctora les estaba comunicando, pero sí se percató con gran nitidez, de cómo lloraba María desconsoladamente y oía su llanto en lo más profundo de su ser, intentando quitarle las lágrimas que sin pausa se desprendían y resbalaban por el rostro de María, la abrazó, tratando de tranquilizarla diciéndole que todo iba a salir bien.       




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