lunes, 9 de mayo de 2016

EQUILICUÁ

                  
Gustave Caillebotte. -Balcón boulevard Haussmann. www.rtve.es 

                                         
Otra vez al follón. Metío con calzador me dispongo a seguir dando el coñazo. Disculpen tanto la ausencia como la presencia. 
No tengo palabras para relatar la emoción que me embarga al deletrear de nuevo en éste portal.
No pasa nada, la letra está amarrada. Aunque parece que ya no cuela, ni conmigo mismo consigo conciliar la letra y la palabra. 
Tengo tal cacao mental, que escrituro frases encadenadas a la ligera, mal que me pese. Intento deletrear sin el éxito requerido poniendo sobre el tapete, varias posibles ocurrencias por si alguna alcanza la nube, donde se mueven los renglones de arriba abajo, situando los párrafos en orden y encasillados, según establecen las normas escrituradas.
La última vez que asomé el pescuezo por aquí, lo hice con la plena convicción de la continua y segura rutina establecida hasta ese momento, una vez mi reincorporación fuese un hecho; cosa que con el paso del tiempo me ha demostrado cuan equivocado estaba.
No sé si meter una trola o irme por las ramas, o seguir como si conmigo no fuera la cosa, u obviar el tema olímpicamente. También puedo relatar mi ausencia, tal que de una historia interesante se tratara, cabiendo la posibilidad fehaciente de la verdadera causa que ocasionó el queo y espantá por el hocico; así, por la jeró. 
Y este tío ¿de qué va?. Se preguntará algún lector harto de tan teatral actitud. A eso no hay respuesta, al no tenerlas todas conmigo (las soluciones) arrejuntás, y en clara disposición de dar una explicación convincente, acorde con lo deseado por aquél que se haya hecho la pregunta. Puede suceder que dicha pregunta no se la haga nadie, por lo que mi disposición a contestarla carezca de relevancia, y mi respuesta sea más confusa aún de lo que se trata de aclarar con el diálogo establecido entre un besugo y su hermano de camada hueveril.
La vida pasa sin dar un respiro determinado en los asuntos o cuestiones que nos afectan personalmente (sin generalizar ni personalizar, al aire; quien lo vea que lo recoja), y no se dispone de las circunstancias al antojo individual, para que todo suceda a gusto del consumidor de gases elementales respirables. El tiempo tic taquea martillando cada segundo, avisándonos del golpe que pare la maquinaria en cualquier momento, al doblar la esquina o girar la cabeza para mirar esos bonitos ojos que tienes.
No hay término medio. Si además nosotros ponemos las piezas para construir el castillo, que una vez izada la bandera en su punto más alto, destruimos sin miramientos ni compasión, ya está el lío hecho.
Siento la razonable opinión sobre lo expuesto como un conjunto de perogrulladas, que me abocan al pozo del incapaz e inútil intento de relatar con algo de coherencia sobre determinado asunto, y por ello me veo en la situación de solventar la papeleta con una retahíla de memeces y comentarios absurdos, cuando no deseo opinar sobre noticias o acontecimientos de nuestra realidad cotidiana por motivos varios.
No me apetece, no quiero ni se me espera, de momento.
Con lo bien que me enrollaba anteriormente al parón estratégico. Ahora tecleo y dudo, leo y borro, pienso y se diluye la argumentación entre tontas explicaciones sin sentido.
Pudiera haber ocurrido la neutralización de esa neurona díscola que andaba a su bola, siendo ella la causante de mi verborrea, y una vez vuelta al redil comunitario, paso a ser el tipo sin inventiva ni espontaneidad, que temía convertirme tras la ausencia del poquito ingenio que pudiese haber tenido alguna vez.
Aunque paso de comerme la cabeza, seguro que la inspiración me pilla escriturando, lo que ahora ocurre es que no me convence casi nada de lo que surge según voy colocando palabras. Y si a mí no me resulta atractiva, no me voy con ella.
Entre pitos y flautas se toca una melodía, entre signos y letras, alguna tontería.
Si fuese capaz de sacar provecho de esta oportunidad que se me brinda, al poner sobre blanco inmaculado unas letritas juntas con ideas o proposiciones varias, que busquen una salida de expresión comunicativa de tantas y cualquier ocurrencia, nacidas tras unos pensamientos retenidos y elaborados o sin serlo, que el libre albedrío se encarga de seleccionar y desarrollar, para su crecimiento entre montones de hojas lecturiles, hasta su caída en el más absoluto olvido del anonimato, perdido entre los desechos de las palabras vacías y los textos partidos. O no, y tiene un hueco en la memoria de algún lector, que no deja a esa página huérfana de una lectura regular, o un vistazo casual, e incluso un recuerdo puntual. Pudieran ocurrir tal cantidad de confluencias aleatorias y  casuales, que nadie puede aventurar un futuro determinado, para cada pensamiento que sale a la luz de unos ojos que observan y transmiten sensaciones a través de la lectura. Así son las cosas que pasan en la vida, tan inesperadas e ilógicas a veces, que se puede esperar cualquier situación posible con el devenir circunstancial de los hechos venideros.
Fortunas infundadas pueblan la imaginación, incapaz de sostener una historia que reclame la atención lectora del especimen letreril, y por ello crea núcleos inconexos para intentar salir del círculo vicioso sin lograrlo, repitiéndose el día de la marmota en versión palabrería.
Voy a cortar la emisión que el receptor del mensaje tendrá vida propia y deseará ocuparse de sus asuntos. 
Venga, apaga la luz cuando salgas. Y no cierres la puerta, que se ventile un poco la leonera.



  

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