viernes, 9 de septiembre de 2016

POR SI NOS PILLA LLOVIENDO


          Huéscar. En la era. -Fot. "Huéscar en el recuerdo" facebook.

                                    
Cuento sin numerar. 
Y no me salen las cuentas.
Solo las palabras llenan mi capacidad para distraer u ocupar, la sensible posibilidad de un pensamiento, que no me da opción a evadir las distintas conjeturas, que pudieran ofrecer actividades que me sacaran de la parsimonia en la que me sustento, y en común, las de los que conmigo están. 
Sentirse prisionero de una situación, acarrea diferentes estados que repercuten en los que a tu lado están, los que a uno mismo afectan, se reproducen sin ni siquiera alterar el normal desarrollo del común acontecer diario y cuando deseas diferenciar situaciones parecidas, te das cuenta que ya estás metido en una inevitable cadena de concatenaciones que no puedes variar, pues estás sumido en un círculo vicioso del que es muy difícil salir.
Poco puedes hacer para variar la situación, toda acción que emprendas servirá para distraer de la atención principal momentáneamente un pequeño lapsus de tiempo, pero al final, la cruda realidad te dirá donde estás situado y quién y cómo se presenta aquello que tanto afecta a tu pensamiento.
Siempre habituamos la capacidad cerebral a una circunstancia que ocurre, adaptando todos y cada uno de los factores que influyen en dicha vivencia.
Pero plantearse que la nueva eventualidad se podrá resolver satisfactoriamente con unas garantías definidas, crea muchas dudas, inquietudes e incertidumbres difíciles de superar al no ser dependientes de una acción personal que asegure la posible solución a la salida de la situación. 
Hay que pensar principalmente, en la gran suerte que nos ha hecho confluir en un gran conjunto de células vivas, para darnos una racionalidad compatible con la tenencia y disposición de una conciencia, factible con la posibilidad del libre albedrío. Hecho que no evita el fin casuístico de la vida, pero sí nos hace ser conscientes de nuestro seguro final, allá donde se encuentre; siendo ésta virtud la mas paradójica y a la vez mejor ocasión de refrendar nuestra supervivencia.
Hoy, he visto animales irracionales cargados en un medio de transporte, seguramente hacia el matadero donde compondrán la base de parte de nuestra alimentación. Seguro que no son conscientes del momento que les espera al terminar su trayecto.
Igualmente, creo que nuestras mas pequeñas células, son las encargadas de interactuar para que el momento en el que emprendamos el camino hacia la nada, se ocupen de hacérnoslo saber o evitar que nos enteremos si con ello, son capaces de borrar toda conciencia de lo que nos va a ocurrir.
Y cuando llegue el momento, otro árbol crecerá junto a una rosa con espinas.
Espinas clavadas en cada rasgo perpetuo de nuestra desgracia, al concebir la muerte como final de tan ocasional trayecto. 
Tampoco sirve de consuelo la inmortalidad, pues la falta de sentido de una vida continua solo tendría cabida en la sucesión de vidas encadenadas supliendo a la que dejas de obrar para comenzar aquella que en otro estado y dimensión augure el cumplimiento de otras consignas con distintos parámetros y cumplir con nuevos deseos, fracasos y circunstancias.
Pero no hace falta ser inmortal físicamente, pues la mente ya nos otorga esa posibilidad, para vivir todas las vidas que queramos juntos. Y cuando se fundan los plomos mentales, pues a invernar.
No sé en qué estaba pensando para escribir lo que he hecho, va; lo mismo da, que da lo mismo. 
Tú con tu turismo.


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