La confusión ocasionada por tan desgraciada revelación de la mirada, origina una cascada de interrogantes sin respuesta, trastornando el juicio y empequeñeciendo cualquier sentido orgulloso de serlo.
Trato de razonar y no comprendo.
Las manos atienden con cansina servidumbre, la triste solicitud emitida desde una lejana invocación de soberbia, intentando recomponer la integridad perdida. rodeándome con los brazos, el cuerpo derrotado y hundido, buscando la compasión de las caricias.
Procuro sin fortuna reprimir el llanto, que solícito, empuja los sentimientos heridos, despedazados por tan nítida muestra de la realidad, y destapándome cruelmente, la inutilidad del engaño, al querer escapar sin espacio para ello.
Me aturden las sensaciones que experimento, creándome una conciencia irreal, aparente; agudizando la gravedad de mi fatalidad, que lleva al razonamiento por derroteros que me conducen inexorablemente hacia una paranoia dañina, que solo la insinuación de óptima ilusión deseada, podrá superar.
Al recurrir con gran esfuerzo a un pensamiento positivo, real y práctico para verme elevado entre nubes de deseos, acude la esperanza; enseñándome veredas posibles a transitar donde las perspectivas auguran signos esclarecedores de la percepción inicial, resolviendo preguntas y aclarando dudas.
El alma me duele, sin sentido me tiene.
Escribe sobre mi pecho partiéndome el corazón, hasta que una palabra llega desparramándose con intención; oculta y traslada el dolor, colmando de colores mi ilusión, cubriendo todo el rostro, haciendo del narrador todos y cada uno de los personajes que se multiplican por el escritorio.
El alma me duele, sin sentido me tiene.
Escribe sobre mi pecho partiéndome el corazón, hasta que una palabra llega desparramándose con intención; oculta y traslada el dolor, colmando de colores mi ilusión, cubriendo todo el rostro, haciendo del narrador todos y cada uno de los personajes que se multiplican por el escritorio.
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