
Mª Ángeles y nuestro padre Pedro.
El grosor de las líneas determinan el boceto sobre una textura rugosa, plasmando sobre el recuerdo instantes que evocan la estancia de alguien que nunca lo abandonará por ser parte de tu vida y aún estando ahí presente, son las rayas de trazo fino las que dibujan los momentos que hacen aparecer en la memoria una determinada invocación de esa realidad pasada, aquella que se fue y cada vez que se expone te rompe el corazón.
Mi camino se ha desviado por una rutina diferente a la que tenía, haciéndome pasar cada día por el Paseo de Extremadura en Madrid, donde tiempo ha, los cuarteles de personal militar escoltaban esa vía durante largo trecho; y ahora, sus tapias cubren un terreno desolado y testigo de tantas vivencias que todo aquél protagonista de ellas, lamentaría la caída de los muros donde habitaron sus experiencias. Al final del último paredón de estas ruinas, miro necesariamente los edificios que sustituyeron a otros, donde el cine España se me aparece como si aún sirviera de caja ilusoria y lugar de referencia para distraer el tiempo libre que mi padre Pedro, se encargaba de proyectar en todas las mentes que por allí pasaban. Y según avanzo en el trayecto, me veo salir del subterráneo del metro Campamento marchando cogido de su mano hacia el cine. Y ya dentro de la cabina de proyección, cuando me dejaba pasar las cintas de un carrete a otro, girando a toda velocidad la manivela; mostrándome el funcionamiento del proyector. Sentado en el gallinero, viendo películas de la sesión contínua que tocaba ese día, y sintiendo su mirada desde lo alto, por la ventanilla cercana al haz de colores que en otra abertura salía hacia la pantalla donde se reflejaban las imágenes.
Avanzando en mi itinerario, desvío la mirada hacia el lugar donde se encuentra la entrada al suburbano, que pasea mi recuerdo hasta el autobús que me lleva al piso de Leganés en el que habitábamos, donde después de haber comido, mi hermana Mª Ángeles y yo, simulábamos una carrera que siempre ganaba ella, para llegar primero a la escalera, donde unos escalones mas abajo nos esperaba él para abrazarnos, besarnos y despedirnos, cuando iniciaba su marcha hasta el cine del paseo de Extremadura, en el barrio de Campamento, en Madrid.
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