Triciclo. Pinterest.
Dando vueltas sin parar, el bloque de viviendas era el circuito perfecto, la acera cubría la vía, la calle lisa prolongaba la carrera, diversificando la amplitud y dando alternativas para incluir otros bloques como parte del recorrido.
No importaba el horario, los triciclos, patinetes y demás velocípedos encuadrados en la franja adecuada a la edad de los benjamines, era apta para la competición. En el barrio se agitaba la emoción, palpitaban los corazones en cada puerta, en cada patio, todo jardín tenia una flor, tenia una sonrisa y una ilusión, de la fiesta, que en ese día hacia su aparición.
Cuántas correrías por los adoquines, cuánta goma desgastada, cuánta caída de unas rodillas desolladas, de unos codos magullados, de manillares desencajados, de llantos desesperados, de risas alborotadas y abrazos sinceros, palmadas entrañables con las miradas inocentes de la amistad verdadera, sin maldad, sin inquina, llena de querencia y orgullo.
Ya estaban a flor de piel todas las inquietudes, generadas por la intranquilidad, que causaba la incertidumbre de la competición, por tan esperada entre todos los infantes corredores, del peculiar elemento de tres ruedas que tan famoso y generalizado era, entre todo el chavalerío deseoso de la carrera.
La plaza engalanada de farolillos y banderas, adornaba las trayectorias entre los arboles que cubrían las distancias, embelleciendo las alturas del circuito.
El triciclo salió del portal de casa, con toda el deseo cargado sobre el sillín. Nada hacía prever un incidente, que pudiera dar al traste con las esperanzas depositadas, sobre esas tres ruedas del pequeño velocípedo. Ya estaba trillao, y la falta de mantenimiento, no era una preocupación de cara a la competición, pues su periodicidad no era habitual por la falta de averías. La estructura estaba forjada a base de pedaleadas sin planificación, pedaleadas sin control, con la única obsesión de una posición en lo alto del cajón, donde la tarima encumbraba a el campeón.
Se acercaba la hora de la competición, ya todos los corredores se aproximaban sin dilación hacia la plaza donde se formaba el circuito para deleite de la afición, el trayecto se hacía eterno por las ganas del comienzo de tan ilustre acontecimiento; mas en el transcurso de la aproximación al evento, una inoportuna rotura en el pedal de giro que impulsaba el desplazamiento de tan preciada maquinaria campeona, daba al traste con los sueños depositados para la obtención del galardón que en juego se disputaba.
Los ánimos abatidos, dejaban una percepción amarga, frustrante y enojada, por tan fatal desenlace, sin motivación que superara el trance las cabezas gachas y las lágrimas cayendo sin control por el rostro decepcionado, no dieron opción a observar la fiesta que a punto estaba de comenzar.
Mas una solución se apareció entre tanta desdicha colectiva, apareciendo la idea de reparar con soldadura el elemento estropeado para que así pudiera de nuevo ser girado. El taller mecánico del niño del martillo se encontraba a dos carreras que con voluntad de una gacela, se hizo en una. Las prisas y la espera hicieron que la carrera diera tiempo al comienzo hasta la llegada de la maquina reparada. Todo surgió con el compañerismo del participante, la empatia de los aficionados y la alegría del corredor desahuciado, que con ésta maniobra, vió su orgullo aumentado, capaz de realizar con esperanza la carrera que con tanto ímpetu había preparado.
El triciclo arribó con el pedal soldado a su eje para ser revolucionado, la carrera comenzó, las vueltas girando al circuito fueron todo un clamor y espectáculo, vibrando la afición con su líder mas añorado para recibir el galardón mas preciado.
Gran carrera, mejor resultado; todos contentos pues su objetivo logrado al ofrecer a todos una recompensa por el esfuerzo mostrado. Todos han participado y todos han ganado, contentos con su banda sobre el pecho, todos animados por tan agradable momento que en el recuerdo habrán guardado como seña de tan grato momento.
El triciclo siguió dando vueltas al barrio y girando las ruedas, hasta que la bicicleta lo desplazó, arrinconándolo en el hueco de la escalera.
Cuántas correrías por los adoquines, cuánta goma desgastada, cuánta caída de unas rodillas desolladas, de unos codos magullados, de manillares desencajados, de llantos desesperados, de risas alborotadas y abrazos sinceros, palmadas entrañables con las miradas inocentes de la amistad verdadera, sin maldad, sin inquina, llena de querencia y orgullo.
Ya estaban a flor de piel todas las inquietudes, generadas por la intranquilidad, que causaba la incertidumbre de la competición, por tan esperada entre todos los infantes corredores, del peculiar elemento de tres ruedas que tan famoso y generalizado era, entre todo el chavalerío deseoso de la carrera.
La plaza engalanada de farolillos y banderas, adornaba las trayectorias entre los arboles que cubrían las distancias, embelleciendo las alturas del circuito.
El triciclo salió del portal de casa, con toda el deseo cargado sobre el sillín. Nada hacía prever un incidente, que pudiera dar al traste con las esperanzas depositadas, sobre esas tres ruedas del pequeño velocípedo. Ya estaba trillao, y la falta de mantenimiento, no era una preocupación de cara a la competición, pues su periodicidad no era habitual por la falta de averías. La estructura estaba forjada a base de pedaleadas sin planificación, pedaleadas sin control, con la única obsesión de una posición en lo alto del cajón, donde la tarima encumbraba a el campeón.
Se acercaba la hora de la competición, ya todos los corredores se aproximaban sin dilación hacia la plaza donde se formaba el circuito para deleite de la afición, el trayecto se hacía eterno por las ganas del comienzo de tan ilustre acontecimiento; mas en el transcurso de la aproximación al evento, una inoportuna rotura en el pedal de giro que impulsaba el desplazamiento de tan preciada maquinaria campeona, daba al traste con los sueños depositados para la obtención del galardón que en juego se disputaba.
Los ánimos abatidos, dejaban una percepción amarga, frustrante y enojada, por tan fatal desenlace, sin motivación que superara el trance las cabezas gachas y las lágrimas cayendo sin control por el rostro decepcionado, no dieron opción a observar la fiesta que a punto estaba de comenzar.
Mas una solución se apareció entre tanta desdicha colectiva, apareciendo la idea de reparar con soldadura el elemento estropeado para que así pudiera de nuevo ser girado. El taller mecánico del niño del martillo se encontraba a dos carreras que con voluntad de una gacela, se hizo en una. Las prisas y la espera hicieron que la carrera diera tiempo al comienzo hasta la llegada de la maquina reparada. Todo surgió con el compañerismo del participante, la empatia de los aficionados y la alegría del corredor desahuciado, que con ésta maniobra, vió su orgullo aumentado, capaz de realizar con esperanza la carrera que con tanto ímpetu había preparado.
El triciclo arribó con el pedal soldado a su eje para ser revolucionado, la carrera comenzó, las vueltas girando al circuito fueron todo un clamor y espectáculo, vibrando la afición con su líder mas añorado para recibir el galardón mas preciado.
Gran carrera, mejor resultado; todos contentos pues su objetivo logrado al ofrecer a todos una recompensa por el esfuerzo mostrado. Todos han participado y todos han ganado, contentos con su banda sobre el pecho, todos animados por tan agradable momento que en el recuerdo habrán guardado como seña de tan grato momento.
El triciclo siguió dando vueltas al barrio y girando las ruedas, hasta que la bicicleta lo desplazó, arrinconándolo en el hueco de la escalera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario