El camión parado enfrente del portal, auguraba una circunstancia fuera de lo normal.
Hacía unos dias que se sabía de tan pronta decisión, había sido tan inesperada que aún no se tenía conciencia, ni la asimilación de tal situación se interpretaba como inminente, aunque los hechos eran diferentes y según corrían los días, avanzaba el momento de tan incrédulo acontecimiento, deseando que la verdad escondiera otra realidad distinta, postergando la venida de tan inexorable desenlace.
Las maniobras para el llenado de la caja del camión fue algo imprevisto y rápido pues aunque real la situación; las cajas y utensilios para cargar ya habían sido preparados y estaban a disposición de su portabilidad para ser introducidas en el camión.
La tarde llegaba a su ocaso con todos los enseres dentro del camión, acarreando toda la identidad del hogar en el que tantas vivencias y recuerdos acumulados se iban con el porte dentro del vehículo. Todo acomodado como fiel rompecabezas que encajaba sus piezas sin alterar la composición que pudiera dar al traste con una combinación que estructurara fatalmente la óptima ubicación de los enseres.
A punto estaba de cerrarse la compuerta trasera del remolque que tendía a encajonar todas las pertenencias que saldrían amotinadas a otro lugar, allá en los confines del mas lejano lugar, donde ni la imaginación pudiera situar, ni el mapa augurar unas pistas con las que poder orientar, pues el pueblo fue la frontera de cualquier lugar, por muy cercano que se pretenda situar; éste pueblo, en éste barrio, donde la casa hincaba sus entrañas en la tierra, había sido donde se formó toda fantasía e ilusión definiendo el mundo cercano a la realidad, cubriendo toda linde sin capacidad para soñar con otras tierras o con otro lugar.
La luz del atardecer pronto se oscureció, el invierno atrapó la claridad tan pronto como el frío y helado viento acompañaba la aparición de la tímida luna que iba apareciendo entre estiradas y finas nubes anunciando el final diurno que acongojado se fue escondiendo entre lomas ,dejando escapar tenues luces anaranjadas encubridoras de los colores que representaría en el otro lado terrestre que presto estaría a iluminar.
Los últimos besos, los definitivos abrazos que inútilmente se aferraban para no soltar esas cadenas que difícilmente harían olvidar los momentos pasados junto a la dicha por disfrutar la compañía entrañable y que habría que superar; ojos humedecidos por lágrimas de sentimientos compartidos de alegría y separados por la distancia que a punto estaban de otorgar el camino que presto se iba a comenzar.
Arrancó el camión con las miradas puestas en los que contemplaban la marcha. Incrédulas miradas de congoja ante la incertidumbre de un viaje sin pretensiones, de abandono, de inquietud, desasosiego, de indecisión ante lo desconocido.
Lenta marcha y augurios lejanos de una nocturnidad fria y ruda, como el camino emprendido entre campos en la llanura de la duda.
Entre la noche encubridora de los caminos, las plantaciones de cereales, las vides, los olivares siniestros, confabuladores del desconsuelo, la tristeza y el desaliento por tan agradables sentidos perdidos, abandonados sin remisión, en cada loma cruzada, en los pasos por poblaciones desconocidas, tenebrosas en la oscuridad, escondidas tras los muros de un amargo sentimientos de aislamiento y deserción.
La gasolinera entre molinos de viento, pausa el trayecto, con un frío glaciar, congelando las lágrimas por el recuerdo perdido y la negativa de un regreso imposible de otorgar, confabulando la tiniebla el inmenso desamparo de una desilusión apesadumbrada.
El trayecto cansino, amodorra los sentidos, anulando la percepción de los colores que poco a poco van clareando las intenciones de un viaje deseoso de llegar a su fin. A cada cambio de rasante, el alumbrado que se divisa, apuntala la ilusión de la llegada con el destino final que encumbra el ansiado desenlace. Otra percepción engaña el pensamiento, pues los núcleos poblados se hacen comunes y la proximidad del fin del trayecto, aparece cada vez que sus luces descubren otra población, decepcionando la espera, pues no es el destino esperado, confundiendo la razón y abatiendo el deseo que encumbre una esperada situación.
El abandono de una vía general, introduce el vehículo entre parques y calles que auguran la localización del lugar donde presto esta el camión a parar.
Craso error, se trata de una equivocación, que hace volver a deshacer el camino recorrido, para a la siguiente pista entrar a la via adecuada, que tomando otras desviaciones y calles entre señales indicadoras, preguntando a lugareños y acertando con las calles por donde entrar, llegamos a una esquina del cruce donde las obras de edificios están en su inicial actividad, dada la hora de llegada a tan singular barrio, que su construcción está empezando a germinar.
Leganés, crece a golpe de familias extremeñas, andaluzas y madrileños, buscando precios de viviendas que en su ciudad no pueden pagar.
En la esquina donde se sitúa el edificio que nuestra vivienda ocupa la cuarta planta, está mi padre esperando, mientras nosotros bajamos del camión, tomando posesión del terreno que sería nuestra mansión. .
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