Huéscar. Peñón del toro. Facebook M Rock Martinez.
El frío instalado en la bruma, paseaba de un lugar a otro sin falta de continuidad. Raspando los abrigos, las pellizas y los rostros cubiertos por bufandas, recogían la escarcha incrustada en el cabello, que a tan baja temperatura ocasionaba en el ambiente.
Todas las características se daban para iluminar los tiempos, cercando al final de año se encumbraba la navidad, resaltando la ilusión de los niños, la fantasía de la fiesta enquistada en los corazones, hacía que en cada familia y con ocasión de la llegada de otros miembros familiares, la alegría fuese completa.
Con la celebración anticipada de los hombres en los distintos bares que dispuestos del adorno navideño para otorgar calidez y la humanidad necesaria del festejo, cubrían la necesidad de encauzar la amistad y reunión para desprenderse de las malas actuaciones, que durante el año sitúan estas fechas para olvidar y reconciliar las diferentes afrentas entre vecinos, amigos y compañeros de trabajo, que la bebida se encarga de allanar.
Y las mujeres ocupándose del avituallamiento preceptivo para la común reunión donde estaba la máxima concepción del festejo anual y mas esperado por su máximo carácter y entrañable festividad, que se celebraba en las casas familiares, donde la llegada de las personas esperadas por consanguinidad y amistad, hacían recaer sobre ellas la mayor sensación de esperanza por la venida de tales circunstancias.
El tiempo transcurría entre cantos y alegorías de la buena expresión sentimental, colándose los primeros copos de nieve para dibujar las condiciones óptimas de la postal que las fotografías necesitaban para inmortalizar la alegría del nacimiento del niño adorado.
En todas las casas se ultimaban los preparativos para una buena velada; tanto de almuerzo como de cena, donde aparecería el colofón del festejo principal de dichas fechas.
La sensación de bienestar, ocultaba las carencias, programaba las distintas veladas con más o menos cantidad, situando la falta o necesidad material en un segundo plano, haciendo de la ilusión motivo de alegría, por distintas causas.
Y en casa de Alberto, la chiquillada ya se encargaba de alborotar lo suficiente como para tener el bullicio y el jolgorio dispuesto para hacer enloquecer a la madre junto a las hermanas mayores encargadas de preparar todo el avío para el condumio. El padre de familia celebraba con los compañeros de trabajo, rondando entre faena y alterne por los bares donde la ocasión propiciara la oportunidad.
La esperada llegada del hijo mayor, se alargaba en el tiempo y la inquietud llegó cuando a la madre, la avisó una vecina, que había recibido una llamada telefónica del hijo que esperaban para llegar a la cena de nochebuena, diciéndole que se había quedado en un pueblo sin medio de transporte para llegar a casa. Se le encargó a Alberto la búsqueda del padre, para comunicarle la eventualidad, e intentara éste solucionar el problema. El chico tras preguntar en el lugar de trabajo y tras confirmar la información del paradero de su padre, le encontró poniéndole al tanto de la situación.
La intranquilidad de Fernando, ante la posibilidad de quedarse en aquél pueblo sin posibilidad de llegar a casa, después de tres meses sin salir del cuartel, con el permiso de navidad de una semana, y verse a las primeras de cambio con dificultades para llegar a casa, le hizo desesperarse y confiar en su padre para que le sacara de allí.
José, se puso en movimiento rápidamente para ir a por su hijo y que nada enturbiara la fecha que fijaba una reunión familiar, que por esperada traía consigo más alegría y bienestar a la rutina que deshacía la fiesta que otorgaba el último mes del año.
Salieron con prontitud del taller, donde el jefe conducía un seat 1500 negro, que no dudó en ponerse rápidamente al servicio de su empleado para recojer al hijo de éste en un pueblo no muy lejano, donde esperaba Fernando sin saber verdaderamente qué iba a suceder pues no tenía comunicación después de haber hecho la llamada para avisar de su estado.
El encuentro de padre e hijo, además de emocionante y lleno de sentimientos, resolvió la situación creada, disponiendo su marcha hacia casa nada mas desprenderse del abrazo y sin darle tiempo a Manolo ni siquiera a quitar las manos del volante, tomaron el rumbo de vuelta tan rápido como pudieron dadas las precarias condiciones atmosféricas que la nieve en pequeña escala, hacía presagiar problemas en la conducción hasta el final de trayecto. Transcurrido el viaje con menos dificultades de las esperadas, la llegada fue anunciada con varios toques de claxon para avisar a la familia que la misión se había completado con éxito. Bajando del coche y tras agradecer a Manolo su acción deseándole unas felices fiestas, éste abandonó el lugar dejando a padre e hijo enfrente de casa, por donde ya empezaban a salir los demás miembros de la familia para unirse todos en un abrazo lleno de ternura y alegría, con lágrimas y sollozos contenidos.
Alberto ya estaba dándole patadas a un balón que su hermano le puso en sus manos nada mas verle y abrazarle.
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