
Y el niño pasa por etapas y deseos que espera ver cumplir en lo mas profundo de sus ilusiones, cuando el juego es lo mas importante de todas sus actividades.
Y crece, desarrollando todo tipo de aptitudes que va fomentando con la corta experiencia que la vida concede, adquiriendo sensaciones nuevas que el paso del tiempo se encarga de registrarlas en el subconsciente con el propósito de formar la personalidad que se encargará de actuar en las situaciones que habrá de afrontar.
Y los años van pasando, sucediéndose diferentes oportunidades que se sortean y eligen o desechan, según la opción mas determinante que valore las distintas alternativas de la forma mas adecuada a los intereses que el sentido considere propicio para la formación personal.
Y con el paso del tiempo, se van superando dificultades que alegran la estima personal, otorgándole los elementos imprescindibles para completar la formación de unos principios acordes a esa personalidad que se ha ido adquiriendo a partir de todas esas particularidades que la vida concede.
Y se rompen los sueños, como el cristal se trocea en pedacitos cuando cae sin control, repartiendo fragmentos de esperanza mutilada entre multitudes de desencanto.
Y he recordado algo que dije con anterioridad en el tiempo, donde expresaba ante una situación que me afectaba físicamente para el normal desarrollo de mis actividades cotidianas, lo que más me fastidiaba de esa situación, era no poder jugar al futbol.
Y ahora, al pensar en ello, cuando la vida gira sin parar y me ha conducido por pensamientos que arrinconan tantos deseos malogrados, la tristeza ha llenado el tiempo que ha pasado sin dar una patada a un balón, sacando el dolor y la rabia que acompañan mi decepción.
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