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Aquí estoy, intentando que mi chaveta imagine que mi queli, el chabolo, o el chozo, sea un lugar donde surjan escritos. Redactados con la intención de ser artículos en forma y género, para mostrar grandes momentos, o no tanto. Quizás, meros pasajes de la vida y menos de la muerte, que pasa una y llega la otra a través nuestro, cuasi sin enterarnos, según la circunstancia cómo ocurra; pero dejando huella en los presentes, o al contrario, sin marca que señalar.
No suelo hablar de la parca porque no tiene nada interesante, una vez que acaba la existencia, se va todo, dejando palabras escondidas sin encontrar, sin decir, sin expresar. Inmovilizando gestos ya efectuados y desapareciendo aquellos que se pudieron haber realizado, los abrazos y besos deseados que nunca tendrán receptor-a.
Antes de ser ido, anhelar lo dejado por bien hecho, pues si uno es perdonado tras haber marchado, nada de lo malgastado, quedará memorizado y tu recuerdo no se verá vilipendiado, ultrajado y mancillado, más tu desaparición; será parte de la memoria de los que te querrán, porque ya te han querido.
Una reflexión que siempre viene a colación entre las muchas que revolotean en el cerebro, para seguir haciendo rular el conglomerado neuronal, que no para de estimular todo nuestro ser.
Resulta difícil posicionarse ante tamaña aventura final. Las distintas vertientes que puedan hacer llegar a término tu andadura por la conciencia, que te hace ser un elemento perteneciente a la vida, y formar parte del universo capacitado con el pensamiento, para integrarte en un todo existencial que proporciona sentido y sentimiento. Esos desenlaces son imposibles de asimilar.
Sólo la particularidad de lo que somos, hace deseable las vivencias que desarrollamos durante el tránsito por el camino, que nos conduce hasta donde la luz deja de brillar, y nuestros sentidos se extinguen sin remisión.
La inmediatez de ese momento por inesperado, no deja lugar a la reflexión, y si hay tal; es mínima sirviendo únicamente para lamentar el suceso sin mas capacidad para poder comprender lo sucedido.
De otra manera, puede suceder que aunque inesperado por un suceso no previsto, mantenga la conciencia durante un tiempo prudencial y duradero, para darse cuenta uno, que se acaba la existencia y da para madurar el pensamiento, sin nada que hacer; arrepintiéndote de lo que se pudo haber hecho, evitando el momento al que has llegado por una decisión que creías sin consecuencias o accidental. Sufrir lo indecible por inevitable.
De otras posibilidades, aquella que te introduce en un tiempo de larga duración, con pensamientos sobre el planteamiento de lo inevitable o la posibilidad de que no sea así, dada la condición y características del motivo que te suma en tal situación. Y esa probabilidad es la peor que a uno le pueda ocurrir.
Durante el tiempo que transcurra tal situación, será una constante diaria la pregunta sin respuesta, la duda sin aclaración, la incertidumbre por el futuro, la intranquilidad por el presente, la recriminación y el reproche por el pasado.
El conocimiento de la llegada de una posibilidad con diferente porcentaje del suceso al que ninguno desea llegar, por lo menos hasta ver y haber cumplido diferentes tramos de la vida que permitan hacer la ida y llegada a tal destino con una complacencia y paz mental ante lo irremediable, que sea incluso confortable y menos traumática para sí mismo e incluso para los allegados, siempre que supongamos encontrarnos en una edad avanzada del ciclo de la vida.
Somos elementos químicos de los que nos nutrimos y desechamos por causa de unas leyes propias de dichas partículas elementales, así como de las leyes de la física, que interactúan bajo el mandato de las matemáticas; y si alguna de ellas no cumple sus reglas, teoremas o algoritmos, estamos fastidiados.
Y la perola no deja de rular.
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