Pasaba el frío cortando la respiración, nublando las ideas, cubriendo la bruma helada de escarcha fina y suspendida entre el vapor, que se producía al exhalar el aire de los pulmones contra la refrescante atmósfera.
El rápido avance entre la tiniebla, hacía abandonar cada pisada sin tiempo para tapar un mínimo del espacio cubierto al andar, donde el hielo sobrepuesto del suelo en diferentes charcos se resquebrajaba sin piedad, haciendo sobresalir el agua bajo la capa protectora.
Caminaba deprisa por la avenida, el horario imprimía velocidad, la demora se hacía patente y la reunión requería la presencia de todos los miembros del grupo, se aventuraba un agrupamiento esclarecedor y convincente para mantener lo acordado, todas las proclamas de venganza aún se mantenían en pie, los audaces y valerosos elementos de la banda, hacían enaltecer los valores guerreros y no dejaban lugar al abandono ni deserción causadas por actos cobardes o de infidelidad al grupo; y los protagonistas debían poner toda su atención en la acción que preparaban, sin dudas ni ambigüedades que hicieran peligrar lo que se proponían.
La panda se encontraba reunida junto a la valla del colegio, frente a los billares que estaban colapsados del chavalerío, que entre bromas y juegos caldeaban el local y hacían que la diferencia de temperatura de fuera, empañara y cubriera los cristales, haciendo imposible la visión de lo que se cocía en el salón de juegos, mientras la llegada de Juan al lugar donde se encontraban sus amigos, todos juntos alrededor de un fuego imaginario y formando piña protegiéndose del frío ambiente del atardecer; fue acogedora y de alegría al verse arropados por un miembro importante y decisorio en las discusiones clave de cualquier tema influyente que afectara a la comunidad.
La tensión iba en aumento entre tanto avanzaba la discusión, aunque cada uno asumía la responsabilidad que le fuera otorgada para el devenir de la afrenta, aún no estaban claras las posturas que otorgarían a cada uno su misión y estrategia, por lo que la tenía tramos o puntos álgidos de máxima excitación y enaltecimiento de posturas encontradas en relación al protagonismo entre varios miembros del grupo, y la conveniencia del planteamiento y táctica a seguir.
Cada uno llevaba las armas que mas creían les iba a ayudar a aplastar al grupo con el que habían planeado la contienda, pero por la excesiva muestra de superioridad en algunas de ellas, discutían sobre la conveniencia de su uso, por el daño y quebranto que pudiera causar en los adversarios.
Una vez resuelta la conveniencia del empleo de determinadas elementos para su utilización en la lucha, determinaron a quienes de ellos les correspondería llevar los distintos materiales para su mejor efectividad a fin de conseguir reducir y amedrentar a los contrincantes de tan esperada batalla.
Ya todo estaba hablado y en orden para cada uno, los roles establecidos y repartidos inculcaban confianza en cada uno de ellos, así como al grupo que se mostraba enaltecido y con ganas de ir a por los retadores de tamaña afrenta.
Decidieron entrar en el bar situado a unos metros del lugar donde se encontraban, cruzando la calle; muy cerca de los billares, donde las ocasiones de celebración o juntas con bebercio se establecían allí.
Después de saciar su nerviosismo con alguna que otra bebida alcohólica y templando su actitud, salieron del local en dirección al lugar de encuentro, donde se establecería la hegemonía del mas fuerte y quien se hiciera con el control del barrio con los fines establecidos de superioridad y grandeza que otorgaba la victoria en la disputa.
El acercamiento al lugar de la afrenta se hizo entre ánimos dados con proclamas de victoria, cuán guerreros enaltecidos por la seguridad de su conquista.
El grupo estaba formado por ocho chavales que no pasaban de los veinte años, algunos menores de esa edad; pero que ya ejercían un control y veterenaria dignas del más experimentado luchador.
Al llegar al lugar donde la disputa estaba establecida, sólo encontraron la desolación causada por el frio ambiente que hacía de los rivales y secuaces acompañantes, dignos espectadores de tamaño torneo, que se encontraran dentro del local donde se iba a dilucidar la hegemonía del barrio. También acompañaban a los recién llegados, un nutrido grupo de amigos venidos con antelación para ocupar puestos de vigilancia.
La entrada al local fue fulgurante y llena de expectación, entre silbidos y abucheos de los adversarios, más también por los aplausos y anim de sus acompañantes.
Después de las primeras palabras de envalentonamiento y enaltecimiento de la victoria de unos sobre los otros, pasaron a distribuirse a sus posiciones de combate y sacando cada uno las armas que dispuestas llevaban para la defensa del poder que se iba a dilucidar, se retaron tras hacer los repartos y distribución de adversarios en los puestos donde estaban colocados los elementos en que se disputarían la competición.
En primer lugar, decidieron hacerlo individualmente, y después por parejas.
Así se vieron sobre los tapetes de las mesas de billar sacar los tacos preparados en cajas ,extenderse y relucir como lanzas del mejor caballero; en las mesas de ping pong, se mostraron las mejores paletas y bolas de gran precisión en su justo peso y medidas, así como en los futbolines las pelotas en juego eran de primera calidad, siendo las máquinas de pinball las únicas que dependían de la destreza de los dedos pulsadores de los activadores de las palancas golpeadoras de las bolas, desarrollandose en su máxima expresión del juego, y dirimiendo la supremacía de un grupo sobre el otro, la superioridad y dominio de un local de billares sobre el otro, en sus respectivos juegos de competición.
La lucha fue dura y hasta el último enfrentamiento no hubo vencedor, pero la diversión del juego hizo de esa tarde la mas entrañable entre ambos grupos de contendientes, haciendo nuevos amigos y parejas de juego para posteriores relaciones personales.
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