martes, 22 de septiembre de 2015

CAMINO A NINGUNA PARTE

           
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Es la vida que no tiene otro fin, dar o recibir.
Con todas y cada una de las situaciones que se dan en nuestras diarias y cotidianas experiencias, que nos tienen en tensión, o relajados; según la circunstancia personal de cada uno, no acertamos a dar con la tecla que nos haga saber cuál es la clave para determinar el camino a escoger, y que nos haga comprender, la cuestión fundamental del comportamiento ante distintos sucesos, que a lo largo del día nos llevan a estar expectantes de las vivencias ajenas, y que por ser parte integrante de éste mundo tan informado por todos los medios al alcance, que nada más ocurrir lo que sea capaz de mostrarnos el drama, ya sea dañino o benigno, nos ponga en alerta para resaltar en nuestro interior nuestra preocupación o alegría. 
Siempre como mero espectador, sacamos conclusiones mas o menos acertadas sobre la forma de actuar, con la creencia en la que nuestro pensamiento es el mas acertado para resolver un conflicto, o para enorgullecerse de la acción de un prójimo o grupo de ellos, capaces de emocionar con sus acciones a los demás.
Sucede, como al principio hice notar, que cada día, cada momento, nos satura la información y de entre todas las alternativas a las que nos tenemos que enfrentar para decidir si dar o recibir, en qué términos y de qué manera ofrecemos ayuda o recibimos las compensaciones de las que creemos nos afectan y tenemos derecho a ellas.
En la actualidad nos enfrenta la realidad con el éxodo de refugiados sirios en la búsqueda de la supervivencia, lejos de su hogar, huyendo de la cruenta guerra que otros se encargaron de fomentar, y aún hoy siguen alimentando con intereses dispares, poniendo en juego siempre la vida de los demás. Continuamente tenemos reseñas y sucesos que nos conmueven y aturden, ante la incapacidad personal por no poder hacer algo, y si se hace; lo es nimio o insignificante para influir con nuestras acciones en tales sucesos, si no es una cuestión que nos afecte personalmente.
A lo largo de los años, hemos visto como la acción de la naturaleza ha ocasionado devastaciones nefastas, para nuestra integridad personal como han sido los tsunamis, erupciones volcánicas, terremotos, etc. Dentro de todas éstas desgracias, a mí siempre me acompaña el recuerdo de Omayra Sanchez, la niña que fue víctima de la erupción del volcán colombiano Nevado de Ruiz, que arrasó Armero y dejó más de 25000 víctimas mortales. Con ocasión de algún suceso en el que la naturaleza nos avisa de las consecuencias producidas por efecto de su actividad, o con desplazamientos multitudinarios con víctimas por la acción humana, no puedo evitar recordar aquella niña, que ante lo inevitable de su destino, nos transmitía serenidad y fe en el ser humano. Ahora en noviembre se cumplirán 30 años de tan devastadora tragedia, y esa chiquilla, tan grande como demostró en su cautiverio, retransmitido íntegramente a toda la sociedad, aún sigue en mi recuerdo, indicándome y haciéndome ver que nada hay que nos desvíe del destino al que estamos enfrentados, si no es con la ayuda y solidaridad del prójimo.
Y precisamente los sirios, que huyen de la guerra con familias enteras, arrastrándose por los caminos para que nosotros les proporcionemos una posibilidad que permita cambiar su destino; y ¿qué hacemos?, darles patadas poniéndoles la zancadilla, alambradas y evitando su presencia al desplazarlos de un lugar a otro, o simplemente, no dejándolos pasar. Siempre habrá posiciones encontradas para la resolución del problema, pero la ayuda y solidaridad siempre debería ser lo primero a tener en cuenta; después, es pura burocracia y politiqueo.
       

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