viernes, 24 de abril de 2015

CAMINO A FUENCALIENTE

                                        Fuencaliente. Huéscar, Granada. www.ideal.es

 
El día se levantó sin pereza alguna, dibujando pausadamente todos los colores, de las estáticas siluetas de una mañana primaveral, reluciente, muy luminosa; con la estrella diurna queriendo abarcar hasta la sombra mas oculta del erial; traspasando una brisa venida del litoral, balanceando el mar de cereal, la floreada cúpula de los almendros y el plumaje del águila al planear.
Los rayos solares palpitaban excitados, clavándose como aguijones en toda flor que abriendo sus brazos acogían la sonrisa estelar.
El colorido expuesto, representaba la primera función diurna del maravilloso teatro universal, con un escenario difícil de igualar ni con el mejor lienzo soñado por pintar.
Avanzaba entre clamores de ánimo la estimable compañía del tiempo, cuando ya daban brincos de alegría la ingenuidad, la excitación y la aventura.
La concentración estaba apunto de germinar, entre hermosos lilos que esperaban entre olmos la llegada del primer aventurero para reunir a los demás, deseosos de comenzar, ultimaban los últimos detalles en sus casas con los objetos para llevar.
El lugar de destino y la ruta establecida por recorrer, ya esperaban con inquietud la llegada del plantel.
El grupo se fue formando sin dilación, la hora de reunión estaba clara y salvo alguno que llegó con el pan untado en aceite en la mano, dándole bocaos sin control, para hacerlo desaparecer sin mas dilación; no hubo problema de espera, ni mosqueo por tal circunstancia, sólo el Pepe faltó a la cita, mas la decepción dio paso a la alegría por el comienzo de la excursión.
Emprendieron el camino sin mas demora que la creada por las risas, el entusiasmo y el juego, que entretenidos los tenían.
Abandonaron el pueblo yendo por la carretera y tomando el camino del olivar cercano al colegio Natalio Rivas, donde a las zagalas les daban clase para aprovechar el estudio que con esfuerzo había que aprobar.
La marcha era apresurada porque entre la ilusión que proporcionaban las carreras y piques mostrando la diversión y las ocurrencias de algunos para descubrir en cada chiquillo su grado de implicación, desafiando a cada momento con una invención, y haciendo del camino una travesía del mejor cuento.
La polvareda levantada en el camino, desaparecía tan pronto los pasos se incaban en los terrones de los frutales. Las incursiones en todas direcciones y sin control, se producían según el fruto del árbol y la agilidad visual del descubridor de tan jugoso manjar. Se optaba por mordisquearlo o por efectuar una pequeña recolecta del fruto en cuestión, para guardar y repartidlo después, una vez que el destino hubiese puesto el final de trayecto a la caminata.
Aunque el mediodía esperaba sosegado y algo alejado, el calor acariciaba los cuerpos de los chiquillos,  corriendo sobre la tierra o subiendo a algún árbol  frutal, advirtiendo el sudor, del comienzo de una pausa en el alboroto general. El camino allanó la moderación de los gestos y la recuperación del ritmo vascular, las palabras tornaron melódicas y el tono agradable de escuchar, haciendo de la vereda el sitio para conversar.
Entre charlas banales y con pláticas generalizadas sobre el baño que se iban a dar, rondaban la ribera de una alameda encubridora del río que próximos y prestos estaban a cruzar.
La llegada a los andurriales ribereños, abrió el campo de visión escenificando otro paisaje que con una amplia perspectiva, situó a los personajes en la orilla bañada por una lenta corriente de tan preciado caudal.
De improvisto, unas impetuosas voces violentaron el plácido drama de la diversión, con demandas de abandono del lugar y amenazantes por su cercanía al sitio por donde pretendían cruzar y estaban dispuestas las ramas de liria para algún pajarillo atrapar; encaminando dichas palabras altisonantes, a dos gitanos que con impetuosos gestos pretendían controlar la situación.
Ante la sorpresa y los continuos ademanes de recriminación, el grupo se vio paralizado y preocupado por la posible entrada en un conflicto del que ni deseaban ni estaban preparados para ello, aunque el número superior de elementos les concedía una superioridad manifiesta.
Según avanzaban los gitanos hacia ellos, iba desapareciendo la congoja y la inquietud, pues los rostros se hicieron reconocibles y la abrupta declamación inicial se fue acomodando a una apaciguada charla que arreglaron con diferentes chanzas entre unos y otros.
Jesús y Raimundo, eran compañeros de clase en el edificio de la O.J.E. donde, todos participaban sino en los mismos juegos, sí de los mismos recreos donde el contacto era común entre todos los zagales, además de compañeros en clase de Aurelio, Salva y Fernando.
-Salva y los toros, muuuu.
Fue la coletilla de despedida que hizo Jesús mientras el grupo cruzaba el río dando saltos por encima de los canchos que sobresalían del agua.
La referencia al día que hicieron macuala, Mirón y Salva; se hizo generalizada entre los conocidos y cada vez que se encontraban era motivo para hacerlo resaltar entre risas y bromas. Y entre los gitanos se hizo mas popular la guasa saliendo a relucir en cualquier momento, como cuando iba a ver a sus abuelos a las cuevas y se cruzaban saludándose con el consiguiente soniquete.
El tránsito hasta el nacimiento de agua embalsada, fue mas entretenido a causa de la anécdota que les ocurrió, siendo comentada entre risas y bromas por tal situación.
El baño se hizo eterno, la alegría compañera y sujetando la amistad, el cómplice  señuelo de la querencia, que entre chapoteos, risas y bromas dio calidad a la reunión.
Estuvo el tiempo, avisando de la llegada del término de la mañana, rebosado ya el mediodía.
Pasó como un rayo, aunque nadie prestó atención; y metidos en el agua, se percataron del aviso lejano que en su momento les dejó señalado el reloj, saliendo con prisas del manantial y corriendo sin pausa hasta llegar al hogar, con la bronca montada por tardar, y no consumir junto al clan familiar, lo preparado para yantar.





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